«El viernes pasado, los aplausos enfervorecidos de unos políticos canallas me partieron el alma. Unos, en Barcelona, a raíz de que el Parlamento Catalán aprobara, por un estrecho margen, la Declaración Unilateral de Independencia, —sí abuela, como en el treinta y cuatro cuando Companys se subió al balcón de la entonces plaza de la República para proclamar el Estado Catalán de la República Federal Española—; otros, en Madrid, tras el discurso de Rajoy en el Senado defendiendo la aplicación del artículo 155.» Leer más.
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