Luisa Elduque, mi madre, fue una gran mujer. Sin que ella lo supiera y sin que yo me diera cuenta influyó poderosamente en mi trayectoria personal y humana.
Su vida no fue, ni mucho menos, un jardín de rosas. Sin duda le toco vivir una época dura y convulsa, pero su optimismo y tesón hicieron que nunca le faltara una sonrisa, ni una palabra de aliento. Jamás desfallecía y por ello fue, sin duda, el bastión familiar en el que todos y todas nos apoyábamos. En vez de llorar, cantaba y en vez de lamentarse, soñaba y volaba…. volaba por encima de las nubes, cogiendo fuerza para de nuevo bajar. Nunca dijo “no” a nada porque su grito de guerra era “a ver que se puede hacer”…. y siempre de alguna u otra manera, todos podíamos gracias a ella.
Se fue satisfecha de haber vivido, aunque no cumpliera gran parte de sus sueños, pero a mi me dejó una mensaje lleno de vitalidad, generosidad y tolerancia.
Noto constantemente su presencia.
Tu hija Marisa
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