Sara es una joven idealista, vital y apasionada, una auténtica resiliente educada por una abuela rígida, exigente y poco dada a mostrar afectos, y una madre sumida en una depresión crónica: Al otro lado de sus pupilas encendidas volví a ver a la niña inteligente, sagaz y con una fabulosa capacidad de introspección, que siempre fue. La que, a los cuatro años ya sabía leer de corrido; a los diez, había devorado mi colección de libros de ‘Los cinco’ y, a los trece, llevaba un diario donde recogía unos pensamientos de una profundidad inusual para su juventud. Actitudes como éstas propiciaron que, más de una vez, volviera a casa con alguna matadura en el cuerpo, y también en el alma, por haberse peleado con algún compañero del colegio que la había llamado repipi, repelente o sabionda. Ser diferente cuesta muy caro…
Su marcada conciencia social, canalizada a través del movimiento 15M, y su pasión por la fotografía: –Con cada disparo, intento dejar rastro de la vida que latía en el instante en el que tomé la foto. Tratar de desafiar la existencia, intentando hacer perdurar lo efímero es, en cierto modo, un acto de rebeldía. Siempre que intento captar la alegría, el sufrimiento, la desesperación o la ilusión de los rostros que fotografío, un ligero temblor me sacude la mano. Aprehender la extraña belleza que late detrás de cada gesto es un verdadero milagro-, la han colocado en una difícil encrucijada personal y profesional a la que, sin embargo, ella pretende no dar importancia…
Huyendo de la tortuosa relación que mantiene con su abuela Norma, que se ha hecho insoportable desde su imputación por ocupar el emblemático edificio ‘Valcárcel’ de Cádiz, se refugia en casa de su prima Lola, justo la noche antes de que ésta salga para Lisboa. Y ahí comienza la aventura…
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