Amalia es la dueña del hostal ‘La Menuíta’, donde las protagonistas llegan por casualidad. Pero… ¿existen las casualidades? Es una mujer pequeña y resistente, como un bonsai de olivo, que ha hecho de su casa una especie de santuario cargado de recuerdos donde, en verdad, se calma el dolor: Este lugar es cálido y protector como el vientre materno. Aquí se puede descansar en la seguridad de que la vida protege.
La Menuíta, -el hostal se llama así en honor al sobrenombre que le puso Joselu, el amor de su vida-, es una mujer transgresora, provocadora, vital y auténtica, que ha sabido sortear los reveses de la vida: Cuando yo era joven, las mujeres como yo, que apenas si sabíamos las cuatro reglas, no teníamos mucho donde elegir. O te buscabas un marido o te metías a servir en alguna casa o te hacías puta. No había más… Yo tuve suerte. Sobreviví sin necesidad de hacer ninguna de las tres cosas, aunque hubo días que para mí se quedan. No obstante, nunca me he quejado, al contrario, he disfrutado de lo lindo.
En ella, Sara encuentra su alma gemela y el canal a través del cual le llegan algunas respuestas. Su consejo: A la vida hay que echarle ovarios. Quien de miedo se viste, de cagajones le hacen la mortaja, será decisivo para Lola y Sara.
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