Ayamonte es un pueblo blanco que vive enamorado del río, del olor salobre a marisma que desprende, del halo de melancolía acuosa que deja en sus callejuelas encaladas… Es un lugar de contrastes donde el pasado, palpable en la zona del Muelle donde todavía atracan barcos pesqueros y viejos transbordadores, convive con la modernidad de un presente dominado por espectaculares complejos hoteleros ubicados en Isla Canela.
‘…a la salida de la gasolinera, nos topamos con un cartel viejo, deslucido por el sol y casi ilegible, que anunciaba un hostal en Ayamonte llamado ‘La Menuíta’. Nos hizo gracia el nombre, así que pusimos rumbo a la dirección que indicaba. Después de dar dos vueltas al pueblo, tuvimos que preguntar a un guardia urbano. El agente, orondo como un balón de Nivea, nos indicó cómo llegar. El establecimiento, encajonado entre dos edificios de apartamentos nuevos, en otro tiempo debió ser una hermosa casa señorial, pero ya había degenerado en caserón destartalado. Las paredes desconchadas, las ventanas con algunos cristales rotos y los barrotes oxidados de los balcones contrastaban con una imponente puerta de caoba de doble hoja, que parecía recién barnizada, sobre la que colgaba una placa de bronce reluciente donde figuraba el nombre del hostal…’
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