El detonante que hace saltar por los aires la monótona, aunque aparentemente exitosa, existencia de Lola es el suicidio de Samuel. Lamentablemente, Samuel es uno más de los miles de hombres y mujeres que, acuciados por las deudas y desahuciados de sus casas, se quitaron la vida en el periodo álgido de la crisis financiera española.
La crisis económica ha abocado a muchas personas a elegir el suicidio como única vía de escape de una situación ante la que no tienen esperanza. Esta realidad, lejos de disminuir, está creciendo de manera alarmante en nuestro país. Así, la OMS, en su primer informe global sobre el suicidio, calcula que en España se produjeron más de 3.870 muertes por esta causa. Es el máximo histórico y multiplica 3,4 veces los muertos en accidentes de tráfico. La magnitud de las cifras convierten el suicidio en un problema de salud pública. Con todo, los profesionales de la salud mental insisten en que se trata de un fenómeno escondido. «Hay muchos suicidios ocultos que las cifras oficiales disfrazan como accidentes«. De hecho, la OMS asegura que por cada adulto muerto por autoagresiones «puede haber hasta otras veinte intentonas que quedan sin registrarse».
Para combatir esta triste realidad, originada por la burbuja y posterior crisis inmobiliaria y agudizada por el desempleo, el recorte de las prestaciones y la reducción de las ayudas sociales, en el 2009 se creó en Barcelona la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH). Su incansable labor, junto a la desarrollada por otros colectivos y sindicatos, como CCOO y UGT, posibilitó que en Febrero del 2013 se entregaran 1,4 millones de firmas en el Congreso en apoyo a una ILP que reclamaba la elaboración de una nueva legislación en materia hipotecaria. Ada Colau fue la encargada de presentar esta iniciativa en el Congreso de los Diputados, la cual fue calificada de ‘victoria ciudadana’.
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