Hay muchas cosas que me gustan la nueva obra de Alicia Domínguez. En primer lugar, la estructura. Aunque esté creada con forma de libro de relatos, la fuerza del hilo conductor de las historias hace que nos resulte difícil clasificar el género, saber si estamos realmente ante eso o ante una novela. Ese tipo de estructura me parece muy original, a la vez que muy complicada. Quien escribe sabe lo difícil que es hacer que las cosas parezcan sencillas, cuando el autor o la autora quiere salirse de lo habitual. Me ha gustado, además, esa sensación que he tenido mientras leía de que la escritora me dejaba participar, no me convertía en una mera observadora, sino que me iba retando a montar un puzle, un puzle que dibuja a una familia y en el que será el lector, sin tener que realizar un gran esfuerzo, quien ordenará metafóricamente el paisaje: el cielo azul, las casitas en la montaña, un escenario que irá dando forma a todo a medida que se tiene más información, a medida que se lee. No sé si es la historia contemporánea de España la que va moldeando la saga familiar que nos presenta Alicia, o si realmente es esa familia, que podría ser la mía o la vuestra, la que realmente conforma la Historia con mayúscula, participando en todos los momentos importantes que nos ha dado esta España nuestra, esta “España camisa blanca de nuestra esperanza”, desde finales del XIX hasta la actualidad.
Alicia sigue siendo, como lo es en todos sus libros, una escritora social. Ella me dijo un día que la literatura no es nada sin el compromiso, que escribir nos debe servir para ser leales con nosotras misma. Como siempre, es clara y toma partido por lo que cree justo, como claro y sencillo sigue siendo su estilo y su lenguaje. Que nadie tenga miedo a asomarse a la literatura de esta autora porque se entiende, no le hace falta recurrir a la oscuridad ni a grandes metáforas para que nos demos cuenta de la profundidad que lleva detrás su escritura, lo universal que hay en el fondo de todo. Y a pesar de que comunicarse con ella es sencillo, en la forma es muy actual porque utiliza el fragmentarismo, algo muy de la novela hispánica que consiste en dejar espacios blancos al lector y que en lugar de plantearnos una novela con una trama lineal, nos empuja con los saltos en el tiempo y esa forma de terminar cada episodio cerrando el capítulo, a darnos un tiempo para pensar.
Os recomiendo conjurar con Alicia la memoria, el perdón y la Literatura.
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